8 Cuando el gorrión llega a mi ventana
Nunca había visto niña más bella. No me importa como le llamen los médicos y psicólogos a ese instante cuando tu ve a tu primer hijo. Nada de eso, era la niña más bella que se ha visto sobre la faz de la Tierra y todo el que me diga lo contrario pues se encuentra conmigo de frente y dispuesto a pelear.
Nació con el peso bajo. Era un colibrí, pero en sus alas cabían todas las virtudes de las que habló Martí. Esa noche, por supuesto que no dormí. Por la mañana la tomé entre mis brazos y la llevé a tomar el sol. En ese momento yo tenía tanta felicidad que si le decía al Sol que se detuviera lo haría. Era padre, Dios me había bendecido. No miraría desde el asiento del parque las parejas pasear con sus hijos, ahora yo tenía a la mía.
Si hay momentos de triunfos aquel fue el mío. Todavía a más de una década lo recuerdo minuto por minuto hasta el más pequeño detalle. Ahora cuando estoy tan lejos, cuando me estoy perdiendo la adolescencia de mi hija los momentos que viví junto a ella desde el nacimiento son mi refugio en mi soledad.
Tatica vino a este mundo para hacerme feliz, yo lo sé. El estar lejos de ella no es mi estado natural. La naturaleza de los padres es estar cerca de los hijos cuando tienen fiebre. Varias veces llevé a la niña al médico porque tenía fiebre. Tatica me hacía sentir necesario.
Cuando el gorrión llega a mi ventana junto baten las alas de mi colibrí y me digo que no vale el rendimiento mientras haya alitas batiendo y esperanzas de que su aire me acaricie el rostro. La pelea es fuerte pero se disfruta porque es por Tatica.
TRES SEMANAS DE DIETA ¡¡¡IR!!!
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