37 Las muchachas miraban con alegría y orgullo a aquellos tres jóvenes agraciados

26.04.2016 21:16

En el poblado capital de la Sagrada tribu del Padre Almansa todo era algarabía, tanto que casi el padre Porfirio declara areito. La noticia de que el Arcángel Gabriel había llamado al apostal Pedro, su novia y a Luz del Este corrió por todos los miembros que saliendo a la plaza central alababan a Dios. Empezó un juego de batos que fue fuerte y dinámico como para celebrar tamaño éxito de su comunidad. Las viejas comentaban que ya los males que sufría la población desaparecerían, sobre todo las enfermedades terribles que atacaban a los niños. Las muchachas miraban con alegría y orgullo a aquellos tres jóvenes agraciados desde lo Alto. Algunas miraban hacia el cielo, con esperanza, pero sin envidia, para ver si a ellas también les llegaba su ángel.

Nadie pensaba en la forma con que Ángel Gabriel haría el rescate, al fin y al cabo, todo era posible para un ser celestial. Pero Pedro el apóstol se había dado cuenta de que estos seres que volaban no eran perfectos o al menos no eran omnipotentes. Y aunque ellos no tenían la representación angelical de los españoles y demás europeos por lo menos creían que los ángeles volaban y que eran enviados de Dios. Para este inteligente estudioso y servidor de la iglesia la conclusión era que ellos tenían libre albedrío como los humanos ¿de qué otra manera pudiera explicarse que no supiera adonde estaba el Mesías teniendo la noticia de que ya estaba en este mundo?

Tampoco el apóstol tenía grandes preocupaciones. A pesar de haber comprendido las limitaciones de un ángel no iba a creer que fueran incapaces. Confiaba en que algo sobrehumano haría y se los llevaría. Sin embargo, las dos novias fantaseaban acerca de su partida y su viaje y se imaginaban volando por los aires junto con el ángel. Angélica María le agradecía a Luz del Este ya que si no fuera porque el ángel se había enamorado ella no tendría ahora la ilusión de esta aventura que se le avecinaba. Pero la novia de Gabriel le agradecía a Angélica porque gracias a su novio ella se casaría con un ser de los cielos.

La vida continuó con las alegrías de siempre, los rudos trabajos agrícolas, los talleres de hilandería y otras pequeñas y manuales industrias que el padre Almansa introdujo desde que fundó el primer poblado allá por el siglo XVI. Para ser una comunidad sin contacto con los adelantos tecnológicos durante cinco siglos superaba sobremanera a todas las demás de esta selva colombiana. 

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