7 Si Mamá Vieja se hubiera enterado de estas aventuras con el ron y el cigarro yo no sé lo que hubiera sucedido

28.04.2016 23:52

<Después que Tío Hiler vino y fue recibido como un héroe por los campesinos no lo volví a ver por largo tiempo. Cuando Armando compró la primera botella de ron para el viaje clandestino que haríamos río arriba para ver si encontrábamos adonde nacía probé mi primer trago y aunque me supo al mismo diablo no hice ninguna mueca y fingí que me agradaba. Tomar ron era cosa de hombre y a mí me estaban saliendo los pendejos. Además, mi tío nunca dijo que no a uno de los tragos que le brindaron. No fui el que más bebió, pero lo hice con la dignidad necesaria. De lo contrario sería el motivo de burla por mucho tiempo. Luego vinieron otras botellas aunque a decir verdad no eran tan frecuentes.

 

Cuando bebíamos ron al terminar masticábamos papel para al final masticar hojas de limoncillo o de menta japonesa. De esta manera Mamá Vieja nunca sabía que habíamos tomado alcohol. Cuando fumábamos masticábamos la menta japonesa y escupíamos mucho. Solíamos comprar una caja de cigarro y nos íbamos un grupo de pequeños y nos metíamos en medio de un bosquecito de caña brava. Allí íbamos todos los primos y algunos muchachos del barrio. No importaba el número de fumadores para cumplir la meta de fumarnos todos los cigarros hasta el último.

Cada vez que fumaba también recordaba a Tío Hiler pues el fumaba y bebía tranquilamente y sin hacer grandes alborotos como los demás bebedores de la sierra. Luego cuando fui creciendo supe que eso era tener clase. Para la gente de Camaurije esto era como no ser tan guajiro, ser un poco civilizado y quizás menos rudo. Mi tío tenía clase bebiendo. Nunca decía que no al brindis pero manejaba bien el trago de manera que nunca se ponía pesado como otros. A pesar de haber bebido mucho nunca iba a donde no lo llamaban en la casa donde estaba. Eso lo oí decir tantas veces que siempre me propuse ser un bebedor de clase. Empecé con ese propósito desde el primer trago de mi vida cuando subíamos al pozo del río de los chivos.

Es raro, pero de todos nosotros el único que se puede considerar un bebedor fuerte es Armando y el único fumador soy yo. Aquellas experiencias clandestinas no marcararon definitivamente a ninguno. Yo mismo comencé a fumar casi a los treinta. Armando se hizo fumador en la guerra de Etiopía ya siendo bien maduro, dice que por el gorrión. A los dos o tres años después de regresar a la isla dejó de fumar. Cuando niños fumábamos o bebíamos en grupo. Yo creo que en solitario ninguno lo hubiera hecho.

Si Mamá Vieja se hubiera enterado de estas aventuras con el ron y el cigarro yo no sé lo que hubiera sucedido. 

TRES SEMANAS DE DIETA  ¡¡¡IR!!!

 

 

SIGUIENTE >>