6. Esto es como una isla en medio del monte

02.03.2016 16:36

Pasada la noche el Jefe ordenó traer a Angelina a su choza y le dijo que sería la cocinera, explicándole que nadie podía irse hasta terminar el proyecto, que era peligroso salir fuera del perímetro de trabajo siendo un verdadero milagro que una mina no los reventara al entrar. Con el término de proyecto se referiría siempre a las plantaciones y al laboratorio donde un grupo de hombres fabricaba la cocaína que cada cierto tiempo el avión bombardeaba en algún lugar del mar Caribe para ser recuperada por lanchas rápidas y llevadas al mercado del país de destino.

El Jefe, único nombre que tenía aquel sujeto en la rara comunidad, quiso hablar claro con ella:

–Esto es como una isla en medio del monte. Se abrió el camino solamente para traer lo necesario para el proyecto y luego se abandonó así que la selva se encargó de borrarlo. Si alguien intenta irse y es descubierto muere. Si logra internarse en la selva muere también porque estamos en el lugar de más difícil acceso de Colombia. Usted se dedicará a prepararnos los alimentos porque tenemos un cocinero muy malo y hoy mismo va para la plantación. No debe andar por afuera de la cocina porque estos hombres no han visto mujeres por más de dos años y pueden meterse con usted. En cuanto a mí no se preocupe pues tengo una condición especial.

El Jefe resumió la larga tarea de fundación de aquella fábrica con las plantaciones: La cuadrilla de mulos dio muchísimos viajes desde el lugar  donde se había almacenado todo lo necesario para hacer aquel poblado de chozas, la pista de aterrizaje, la fábrica de cocaína, abundantes suministros que incluían gasolina de avión en pequeños tanques herméticamente cerrados, aceite para el motor, piezas, sal y todo lo necesario y que no se pudiera obtener en la selva. Fue una tarea muy bien calculada y que estuvo todo un año cumpliéndose hasta llenar varios almacenes situados en túneles que se sellaban dejando sólo la marca con que se identificaban. Cada almacén se abriría cuando fuera agotado el anterior respondiendo a un riguroso plan de consumo. Animales y vegetales eran criados y cultivados en las plantaciones donde también crecía la planta necesaria para fabricar la droga. Todo como en un circuito cerrado y planificado científicamente. El mismo Jefe estaría aislado del mundo si no fuera por cierta conexión que únicamente él manejaba. Algo de energía eléctrica disfrutaban y las baterías se cargaban de un pequeño dinamo colocado en una chorrera del arroyuelo pero si fuera necesario un generador accionado por un motor Diésel estaba de reserva.

Mirado desde el cielo, si el observador no es especialista, parecería el sembrado de alguna tribu de agricultores selváticos. Las chozas si se pudieran ver eran tan rústicas que se confundirían con las viviendas de los indígenas. El avión después de aterrizar era ocultado debajo de un gran árbol al que se le habían cortado las ramas bajas.

La gente sencillamente trabajaba porque lo pactado era estar diez años en el lugar y después todo el mundo sería multimillonario. En el pacto solamente entraban los guardianes armados y los químicos. Los demás eran simples secuestrados, incluyendo en esta categoría al piloto. Los que compartían el pacto eran gentes jóvenes; algunos llegaban a los treinta. Dentro de los esclavizados los había de cincuenta. Fueron cazados en diferentes lugares sin compasión ni escrúpulos.

El piloto era otra historia: Penetrado por el grupo sin saber de la existencia del proyecto averiguaron sus habilidades. Un día lo secuestraron y le informaron que si cumplía todas las misiones sería recompensado pero que si se robaba el avión toda su familia moriría. Custodiado por los complotados fue obligado a volar hasta la selva donde ya estaba la pista construida. Cada vez que iba a tirar cocaína tenía un tiempo fijo para ir al mar Caribe y bombardear las drogas y si no se cumplía rigurosamente sabía que los sicarios estaban frente a los familiares queridos esperando la orden del Jefe para disparar. Éste seguía por radio al avión mientras estaba en el aire. El motor nunca se podía parar y una cámara debajo enviaba fotografías a intervalos regulares. De manera que si pensaba jugarle alguna treta, como aterrizar en algún otro lugar, era descubierto inmediatamente y los sicarios cumplían las órdenes antes de que pudiera comunicarse con la familia.

Los comprometidos con el proyecto además del pacto grupal sabían de la existencia de los sicarios los cuales tenían la localización de los familiares más queridos que serían eliminados en caso de traición. Por cada uno de los muertos los asesinos recibirían un código para cobrar en un banco una cantidad que el Jefe pagaba.

 

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