9 Tenía la predicción de que un volcán quería ponerse en erupción
Había traído un libro. Era lo mejor de todo lo que cargó mi minúsculo maletín. Su título es cierto que no era muy tierno: Comida afrodisiaca. Estaba escrito en español por un chef cubano. Cuando llegué a la casa de mi hermano leí títulos peores en un librero que estaba en la misma cocina y no todos eran de cocina sino tan pocos amigos como La Guerra y la Paz, Don Quijote de la Mancha en alguna lengua europea poco conocida por mí y hasta un libro de brujería. ¡Qué podía importar un título entre tantos! Viendo que mi cuñada cocinaba tan sabroso y que era una mujer tan simpática, nada mejor que regalarle el libro para que lo disfrutara con mi hermano.
Todavía sentía el calor del recibimiento desde el aeropuerto, toda la familia reunida en la casa, la felicidad de conocer a mi padre, el cariño de mi hermana, el asado de cerdo, el fumarme un cigarro con mi padre, sentía todo el regocijo de haber cumplido un sueño.
Llegó entonces mi hermano y me trajo el libro. Su esposa no lo quería porque era diabólico. Me entristecí. La gente se dio cuenta. Mi hermana se acercó a mí y me preguntó. No había pasado una quincena desde que llegué y estaba muy afligido. Casi lloraba y cuando mi hermana vino casi recuesto la cabeza en ella para llorar, pero me hice el fuerte y me tragué las lágrimas.
¿Cómo es que un libro de comida afrodisiaca puede ser diabólico? Naturalmente, mi cuñada no hablaba español y quizás en el diccionario que usó afrodisiaco se traducía terriblemente. Quizás lo entendió bien pero su creencia cristiana prohibía la comida que sirviera para un mejor rendimiento sexual. Cualquier cosa que fuera me entristecía porque tenía la predicción de que un volcán quería ponerse en erupción. Y efectivamente, explotó.
Mi hermana, la hija de mi padre, la cariñosa y tierna que tanto tiempo estuvo buscándome, de momento empezó a decir todo lo malo que tenía su hermano Peter, de como lo dejaron en la calle cuando el esposo no pagó la renta que compartían. Me decía que su hermano Peter no tenía alma.
Cada palabra de mi hermana era un cuchillo para mi corazón. Y cada verbo me afligía más.
TRES SEMANAS DE DIETA ¡¡¡IR!!!